Pero una noche no llegó, él tocaba sin dejar de mirar hacia la puerta, no
lograba concentrarse en la música, en su jazz, ni siquiera "Misty", ni
"Round midnight" lograron que su pensamiento se apartara de ella
¿por que no ha venido?.
Dejó pasar varios días y decidió acercarse hasta su casa, tocó pero no
hubo respuesta, siguió insistiendo con fuerza, nada. Probó en el aparta-
mento de al lado, perdón, pregunto por Helena, soy un amigo, hace dias
que no se de ella y estoy preocupado, tal vez usted pueda ayudarme.
¿Eres el pianista de jazz? sí, sí, tengo algo para ti. Le entregó un sobre,
me dijo que te lo diera, que vendrías, que preguntarías por ella y que te
lo entregara. ¿Pero.... y Helena, donde está? murió hace menos de una
semana, demasiadas píldoras, una mezcla explosiva, la policía, la ambu-
lancia, no se pudo hacer nada, lo siento.
Volvió al bar, con su público, perdedores, frustrados, borrachos, pidió
un negroni, su bebida. Bebió un sorbo, lo colocó encima del piano y apoyó
el sobre en el vaso, tocó su canción sin dejar de mirar aquel papel que solo
ponía: El pianista de jazz, ni siquiera recordaba su nombre, tal vez nunca
se lo preguntó, quizás no se lo dijo. Terminó la pieza, apuró el vaso hasta
el final, abrió la carta, un papel blanco doblado a la mitad, con olor a su
perfume, lo desplegó, solo dos palabras: Amigo, gracias...
Pidió otro negroni, guardó la carta y salió, necesitaba respirar, alli dentro
se ahogaba, el aire era helado pero no importaba, iba paseando, dando
pequeños sorbos a su bebida, llegó al puente, miró al río, con sus negras,
gélidas pero apacibles aguas que tarareaban "In a sentimental mood",
su canción, sacó la carta, leyó de nuevo aquellas dos palabras, olió su
perfume, cerró los ojos y dejó que el río le acogiera en un abrazo
frío, eterno.......
M.A.
sábado, 12 de septiembre de 2009
viernes, 11 de septiembre de 2009
El pianista de jazz/ 2
¿Podrías tocar "In a sentimental mood"? levantó la vista y la vió, con su
vaso de negroni en la mano, bebiéndolo a pequeños sorbos como si temie-
ra que se le acabase. Terminó "On Green Dolphin Street" y tocó lo que ella
le había pedido. A cada nota, las lágrimas caían por aquel rostro que nada
decía. Él la miraba de reojo, sin atreverse a preguntar por que lloraba.
Al terminar la canción, ella le sonrió, le dio las gracias y volvió a la barra,
allí la veía sentada durante horas, hasta que el efecto de los negroni
hacía que apoyara su cabeza y se quedara dormida.
¡Despierte! es hora de cerrar, le gritó el dueño del bar mientras le sacudía
por el hombro. Ella le miró e intentó levantarse, tarea bastante difícil
porque el alcohol aún permanecía en su cabeza y en sus piernas, pero
cogía su bolso, levantaba la cara y dando tumbos se dirigía a la salida.
Allí, por fuera del bar, casi en la calle, seguía cuando el pianista la vio.
¿Espera por alguién? ¿le busco un taxi?, no, no, voy caminando a casa,
me gusta pasear. El se despidió y siguió andando, de vez en cuanto giraba
la cabeza y veía que ella estaba en el mismo sitio, por lo que volvió sobre
sus pasos, ¿sabe como llegar a su casa? ¿quiere que le acompañe?.
Y así dio comienzo un favor que se convirtió en costumbre, cada noche
igual, caminar en silencio, nada que hablar, nada que preguntar. Dos per-
sonas que hacían un mismo recorrido sin querer saber que sería de sus
vidas, sin pensar en el mañana.
Atravesaban el puente, donde ella siempre se paraba unos minutos a con-
templar el río. Me llamo Helena, le dijo una noche mientras apoyaba los
brazos en la baranda y miraba aquella agua tan oscura, me gustan los ríos,
me llevan a mi niñez, me dan paz.
La dejaba en la casa, esperaba pacientemente que entrara, buenas no-
ches......, buenas noches....
Su vida se había convertido en un ritual, tocar, dedicarle su canción,
ayudarle a salir del bar, parar en el puente, acompañarla a casa, cada día
igual, sin atreverse a preguntarle nada porque sabía que ella nada le diría.
Pero una noche no llegó, él tocaba sin dejar de mirar hacia .......................
(Continuará mañana...)
M.A.
vaso de negroni en la mano, bebiéndolo a pequeños sorbos como si temie-
ra que se le acabase. Terminó "On Green Dolphin Street" y tocó lo que ella
le había pedido. A cada nota, las lágrimas caían por aquel rostro que nada
decía. Él la miraba de reojo, sin atreverse a preguntar por que lloraba.
Al terminar la canción, ella le sonrió, le dio las gracias y volvió a la barra,
allí la veía sentada durante horas, hasta que el efecto de los negroni
hacía que apoyara su cabeza y se quedara dormida.
¡Despierte! es hora de cerrar, le gritó el dueño del bar mientras le sacudía
por el hombro. Ella le miró e intentó levantarse, tarea bastante difícil
porque el alcohol aún permanecía en su cabeza y en sus piernas, pero
cogía su bolso, levantaba la cara y dando tumbos se dirigía a la salida.
Allí, por fuera del bar, casi en la calle, seguía cuando el pianista la vio.
¿Espera por alguién? ¿le busco un taxi?, no, no, voy caminando a casa,
me gusta pasear. El se despidió y siguió andando, de vez en cuanto giraba
la cabeza y veía que ella estaba en el mismo sitio, por lo que volvió sobre
sus pasos, ¿sabe como llegar a su casa? ¿quiere que le acompañe?.
Y así dio comienzo un favor que se convirtió en costumbre, cada noche
igual, caminar en silencio, nada que hablar, nada que preguntar. Dos per-
sonas que hacían un mismo recorrido sin querer saber que sería de sus
vidas, sin pensar en el mañana.
Atravesaban el puente, donde ella siempre se paraba unos minutos a con-
templar el río. Me llamo Helena, le dijo una noche mientras apoyaba los
brazos en la baranda y miraba aquella agua tan oscura, me gustan los ríos,
me llevan a mi niñez, me dan paz.
La dejaba en la casa, esperaba pacientemente que entrara, buenas no-
ches......, buenas noches....
Su vida se había convertido en un ritual, tocar, dedicarle su canción,
ayudarle a salir del bar, parar en el puente, acompañarla a casa, cada día
igual, sin atreverse a preguntarle nada porque sabía que ella nada le diría.
Pero una noche no llegó, él tocaba sin dejar de mirar hacia .......................
(Continuará mañana...)
M.A.
jueves, 10 de septiembre de 2009
El pianista de jazz
Creció a la sombra de los grandes del jazz, Oscar Peterson, Bill Evans.
Le dormían meciéndole con la música de Count Basie o Kenny Barron,
asi que el jazz era su mundo desde que nació.
Cuando su madre comprendió la pasión que el niño sentía por la música
decidió que tomara clases de piano. Representaría un gran sacrificio por-
que el dinero escaseaba en esa casa, pero trabajaría más si fuese necesa-
rio y así lo hizo. Más casas que limpiar, más horas dejándose la piel entre
cubos de lejía y detergente, pero no le importaba, su hijo era su vida.
El padre se opuso desde el principio, aquello era una pérdida de tiempo y
dinero, tocar el piano no era un trabajo. Quería que trabajara en la misma
fábrica que su familia, ese sí era un trabajo digno, de hombres.
Pero ella no escuchaba, solo veía con orgullo aquellas manitas que se
deslizaban por las teclas blancas y negras de aquel piano tan grande.
Debían atravesar media ciudad para ir a clase, dos autobuses de ida y dos
de vuelta, estaba agotada, pero nada importaba, su hijo era feliz y ella también.
Años de aprendizaje, horas y horas de prácticas, partituras que ya se sa-
bía de memoria y sus escapadas al jazz que era lo que mas le gustaba.
Tocar como Lionel Hampton, Duke Ellington era todo cuanto deseaba. No
tengo nada más que enseñarte, le dijo su profesor, ahora te toca vivir de la
música y no olvides nunca disfrutar con cada nota que toques, siéntela, vívela.
Pero vivir de la música era difícil, se presentó a todas las audiciones, in-
tentó entrar en orquestas, bandas, grupos, pero la competencia era feroz.
Lo has hecho muy bien, ya te llamaremos, era la frase que él y tantos otros
oían casi a diario. Tenía que practicar y en casa no había piano, así que
aceptó un trabajo nocturno en un bar de escasa reputación.
Comenzaba su actuación recordando a George Gershwin y su Rhapsody
in blue. De vez en cuando levantaba la vista del teclado y veía a su público,
gente que apenas hablaba, de miradas perdidas, sin otra ilusión que ir a
aquel barucho al terminar la jornada para evadirse entre humo, alcohol y
jazz, ese era su público.
¿Podrías tocar In a sentimental mood? levantó la vista y la vió..................
(Continuará mañana...)
M.A.
Le dormían meciéndole con la música de Count Basie o Kenny Barron,
asi que el jazz era su mundo desde que nació.
Cuando su madre comprendió la pasión que el niño sentía por la música
decidió que tomara clases de piano. Representaría un gran sacrificio por-
que el dinero escaseaba en esa casa, pero trabajaría más si fuese necesa-
rio y así lo hizo. Más casas que limpiar, más horas dejándose la piel entre
cubos de lejía y detergente, pero no le importaba, su hijo era su vida.
El padre se opuso desde el principio, aquello era una pérdida de tiempo y
dinero, tocar el piano no era un trabajo. Quería que trabajara en la misma
fábrica que su familia, ese sí era un trabajo digno, de hombres.
Pero ella no escuchaba, solo veía con orgullo aquellas manitas que se
deslizaban por las teclas blancas y negras de aquel piano tan grande.
Debían atravesar media ciudad para ir a clase, dos autobuses de ida y dos
de vuelta, estaba agotada, pero nada importaba, su hijo era feliz y ella también.
Años de aprendizaje, horas y horas de prácticas, partituras que ya se sa-
bía de memoria y sus escapadas al jazz que era lo que mas le gustaba.
Tocar como Lionel Hampton, Duke Ellington era todo cuanto deseaba. No
tengo nada más que enseñarte, le dijo su profesor, ahora te toca vivir de la
música y no olvides nunca disfrutar con cada nota que toques, siéntela, vívela.
Pero vivir de la música era difícil, se presentó a todas las audiciones, in-
tentó entrar en orquestas, bandas, grupos, pero la competencia era feroz.
Lo has hecho muy bien, ya te llamaremos, era la frase que él y tantos otros
oían casi a diario. Tenía que practicar y en casa no había piano, así que
aceptó un trabajo nocturno en un bar de escasa reputación.
Comenzaba su actuación recordando a George Gershwin y su Rhapsody
in blue. De vez en cuando levantaba la vista del teclado y veía a su público,
gente que apenas hablaba, de miradas perdidas, sin otra ilusión que ir a
aquel barucho al terminar la jornada para evadirse entre humo, alcohol y
jazz, ese era su público.
¿Podrías tocar In a sentimental mood? levantó la vista y la vió..................
(Continuará mañana...)
M.A.
lunes, 7 de septiembre de 2009
Los más guapos
Ayer, mis amigas y yo no nos poníamos de acuerdo en
quienes son los actores más guapos del cine de habla
inglesa. Pero al final logramos elaborar una lista que
creo no está nada mal. Aqui van los primeros veinte,
faltan muchos por supuesto y probablemente algunas
de estas películas no hayan sido sus mejores interpre-
taciones, pero estaban muy atractivos en ellas.
Brad Pitt, en Leyendas de Pasión y en Troya.
Kevin Costner, en Bailando con Lobos.
Hugh Jackman, en Australia.
Clive Owen, en El rey Arturo.
Orlando Bloom, en El reino de los cielos.
Eric Bana, en Troya.
Rusell Crowe, en Gladiator.
Harrison Ford, en La guerra de las galaxias.
Mel Gibson, en Rebelión a bordo.
Richard Gere, en Pretty woman y Primer Caballero.
Colin Farrel, en Ultima llamada.
Tom Cruise, en Rain man y Minority Report.
Pierce Brosnam, en sus James Bond.
Jhonny Deep, en Chocolate y Piratas....
Keanu Reeves, en Matrix.
Denzel Washington, en Dias de Gloria.
Jude Law, en Alfie.
Leonardo di Caprio, en Eclipse total.
Jonathan Rhys-Meyers, en Los Tudor.
Matthew McConaughey, en Novia por contrato.
Espero que esten de acuerdo con nosotras y si falta
alguno que seguro faltará, no duden en decirlo......
M.A.
quienes son los actores más guapos del cine de habla
inglesa. Pero al final logramos elaborar una lista que
creo no está nada mal. Aqui van los primeros veinte,
faltan muchos por supuesto y probablemente algunas
de estas películas no hayan sido sus mejores interpre-
taciones, pero estaban muy atractivos en ellas.
Brad Pitt, en Leyendas de Pasión y en Troya.
Kevin Costner, en Bailando con Lobos.
Hugh Jackman, en Australia.
Clive Owen, en El rey Arturo.
Orlando Bloom, en El reino de los cielos.
Eric Bana, en Troya.
Rusell Crowe, en Gladiator.
Harrison Ford, en La guerra de las galaxias.
Mel Gibson, en Rebelión a bordo.
Richard Gere, en Pretty woman y Primer Caballero.
Colin Farrel, en Ultima llamada.
Tom Cruise, en Rain man y Minority Report.
Pierce Brosnam, en sus James Bond.
Jhonny Deep, en Chocolate y Piratas....
Keanu Reeves, en Matrix.
Denzel Washington, en Dias de Gloria.
Jude Law, en Alfie.
Leonardo di Caprio, en Eclipse total.
Jonathan Rhys-Meyers, en Los Tudor.
Matthew McConaughey, en Novia por contrato.
Espero que esten de acuerdo con nosotras y si falta
alguno que seguro faltará, no duden en decirlo......
M.A.
viernes, 4 de septiembre de 2009
Vida de ilegalidad/ y 2
No quería hacer comparaciones con su pareja, pero era algo inevitable.
Había olvidado cuando fué la última vez que su marido le dijo lo guapa
que era y en cambio él se lo decía a menudo. Cuidaba todos los de-
talles que sabía a ella le gustaban. Felicitaciones por el dia de los ena-
morados, por su cumpleaños, su santo, aniversario de su primer en-
cuentro amoroso. Todas esas cosas que su marido ya nunca recorda-
ba y que ella aburrida había dejado de recriminarle.
Se quedó pensando en lo rápido que pasaba el tiempo, tres años ya.
Tres años de felicidad ilegal, pero felicidad, años de mirar siempre a
todos lados, de procurar ir donde nadie los conociera, de revisar que
no quedara mensajes en el movil, de excusas para salir, de mentiras
para justificar los regalos que él le hacía.
Se sentía culpable, pero le quería. Él era lo que siempre había soñado,
un hombre atento, cariñoso, pendiente de ella, de hacerla feliz. Nunca
hablaban de sus parejas, ni tocaban el tema de la separación, eso fué
algo que quedó claro desde el principio, lo de ellos era diferente.
Y hoy es su tercer aniversario. Se puso el vestido que había comprado
para esa ocasión, se miró nuevamente al espejo y le gustó lo que vio.
Llegó primero que él al punto donde se encontraban siempre, su lugar
secreto como les gustaba decir, esperó unos minutos y allí estaba, son-
riéndole y saludándola con discreción.
¿Donde te apetece ir? le preguntó. No sé, demos un paseo por la playa
y hablemos. Y hablaron, sobre todo él, le contó del trabajo, de lo mal
que iba la hija en sus estudios, de las obras del vecino, de que necesi-
taba cambiar las ruedas del coche, de los fichajes de futbol, de tantas
cosas.
Pero... ¿por que no me felicita? hoy es mi cumpleaños y nuestro ani-
versario. Le había comprado un detalle para recordar este día pero
no se atrevía a darselo. ¿Y si no se acuerda?, así que dejó que él
siguiera hablando y contándole todas aquellas cosas que hacía rato
ella habia dejado de escuchar.
Llegaron de nuevo al punto de encuentro, al momento de despedir-
se hasta el día siguiente. Nos vemos mañana, dijo él. Claro que sí,
como siempre, contestó ella. Miraron hacia todas partes y al com-
probar que no había nadie se dieron un beso rápido, apenas rozar
lo labios.
Hasta mañana entonces, sí, hasta mañana. Ella se quedó miran-
do como se alejaba, apretó su bolso contra su cuerpo aplastan-
do el detalle que le había comprado y que no le había dado. Vio
como su ilusión, su hombre ideal se iba y en ese momento se dio
cuenta que era para siempre.
Se le rayaron los ojos, su hombre soñado se había convertido en
un marido y ya tenía uno. Se secó las lágrimas, respiró hondo y
pensó que ahora tenía otra fecha que recordar, la del día en que
terminó "su vida de ilegalidad....."
M.A.
Había olvidado cuando fué la última vez que su marido le dijo lo guapa
que era y en cambio él se lo decía a menudo. Cuidaba todos los de-
talles que sabía a ella le gustaban. Felicitaciones por el dia de los ena-
morados, por su cumpleaños, su santo, aniversario de su primer en-
cuentro amoroso. Todas esas cosas que su marido ya nunca recorda-
ba y que ella aburrida había dejado de recriminarle.
Se quedó pensando en lo rápido que pasaba el tiempo, tres años ya.
Tres años de felicidad ilegal, pero felicidad, años de mirar siempre a
todos lados, de procurar ir donde nadie los conociera, de revisar que
no quedara mensajes en el movil, de excusas para salir, de mentiras
para justificar los regalos que él le hacía.
Se sentía culpable, pero le quería. Él era lo que siempre había soñado,
un hombre atento, cariñoso, pendiente de ella, de hacerla feliz. Nunca
hablaban de sus parejas, ni tocaban el tema de la separación, eso fué
algo que quedó claro desde el principio, lo de ellos era diferente.
Y hoy es su tercer aniversario. Se puso el vestido que había comprado
para esa ocasión, se miró nuevamente al espejo y le gustó lo que vio.
Llegó primero que él al punto donde se encontraban siempre, su lugar
secreto como les gustaba decir, esperó unos minutos y allí estaba, son-
riéndole y saludándola con discreción.
¿Donde te apetece ir? le preguntó. No sé, demos un paseo por la playa
y hablemos. Y hablaron, sobre todo él, le contó del trabajo, de lo mal
que iba la hija en sus estudios, de las obras del vecino, de que necesi-
taba cambiar las ruedas del coche, de los fichajes de futbol, de tantas
cosas.
Pero... ¿por que no me felicita? hoy es mi cumpleaños y nuestro ani-
versario. Le había comprado un detalle para recordar este día pero
no se atrevía a darselo. ¿Y si no se acuerda?, así que dejó que él
siguiera hablando y contándole todas aquellas cosas que hacía rato
ella habia dejado de escuchar.
Llegaron de nuevo al punto de encuentro, al momento de despedir-
se hasta el día siguiente. Nos vemos mañana, dijo él. Claro que sí,
como siempre, contestó ella. Miraron hacia todas partes y al com-
probar que no había nadie se dieron un beso rápido, apenas rozar
lo labios.
Hasta mañana entonces, sí, hasta mañana. Ella se quedó miran-
do como se alejaba, apretó su bolso contra su cuerpo aplastan-
do el detalle que le había comprado y que no le había dado. Vio
como su ilusión, su hombre ideal se iba y en ese momento se dio
cuenta que era para siempre.
Se le rayaron los ojos, su hombre soñado se había convertido en
un marido y ya tenía uno. Se secó las lágrimas, respiró hondo y
pensó que ahora tenía otra fecha que recordar, la del día en que
terminó "su vida de ilegalidad....."
M.A.
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jueves, 3 de septiembre de 2009
Vida de ilegalidad
Hoy cumple 50 años, se miró al espejo y se encontró bien , apenas
unas pequeñitas patas de gallo, pero nada por lo que preocuparse.
Quizás un par de kilitos más, pero estaba contenta con su aspecto.
Hoy también será su tercer aniversario de lo que ella llamaba "su
vida de ilegalidad". Se habían conocido el dia de su 47 cumpleaños,
cuando ambos comenzaron un curso de Informática para mayores.
Hoy cumplo años, le comentó por decir algo. Pues eso habrá que ce-
lebrarlo, cuando acabe la clase te invito a lo que quieras. En ese mo-
mento, se fijó mejor en ese hombre que le sonreía, no era guapo pe-
ro tenía una mirada muy bonita y al reir, sus ojos se le achinaban.
Él le habló de su trabajo, de su familia, de sus hobbies, de sus inquie-
tudes. Escuchaba con atención como aquel hombre al que acababa de
encontrar se abría a ella como si se conocieran de toda la vida. Así que
también le contó de su marido, de su hijo, de sus obligaciones, de todo
lo que se le ocurrió.
Los dias pasaban y las conversaciones despues de clase se iban alargan-
do, un dia un café, otro a una tienda, un paseo, unas risas, hasta que se
dieron cuenta que estaba surgiendo algo que no sabían o no querían sa-
ber que era.
Me atraes mucho, me siento muy bien contigo, creo que me estoy ena-
morando, le soltó de golpe. Eso no puede ser, es una locura, ambos esta-
mos casados, no debemos seguir por ese camino, le dijo ella tratando de
convercerle y convencerse.
Pero siguieron, cada día se prometían que sería el último que estarían
juntos, pero al dia siguiente volvían a verse. Robaban horas a la legali-
dad y se sentían felices, la ilusión había vuelto a sus vidas, eran solo
ellos dos, sin hablar del pasado y sin hacer planes de futuro.
No quería hacer comparaciones con su pareja, pero ......
(Continuará mañana....)
M.A.
unas pequeñitas patas de gallo, pero nada por lo que preocuparse.
Quizás un par de kilitos más, pero estaba contenta con su aspecto.
Hoy también será su tercer aniversario de lo que ella llamaba "su
vida de ilegalidad". Se habían conocido el dia de su 47 cumpleaños,
cuando ambos comenzaron un curso de Informática para mayores.
Hoy cumplo años, le comentó por decir algo. Pues eso habrá que ce-
lebrarlo, cuando acabe la clase te invito a lo que quieras. En ese mo-
mento, se fijó mejor en ese hombre que le sonreía, no era guapo pe-
ro tenía una mirada muy bonita y al reir, sus ojos se le achinaban.
Él le habló de su trabajo, de su familia, de sus hobbies, de sus inquie-
tudes. Escuchaba con atención como aquel hombre al que acababa de
encontrar se abría a ella como si se conocieran de toda la vida. Así que
también le contó de su marido, de su hijo, de sus obligaciones, de todo
lo que se le ocurrió.
Los dias pasaban y las conversaciones despues de clase se iban alargan-
do, un dia un café, otro a una tienda, un paseo, unas risas, hasta que se
dieron cuenta que estaba surgiendo algo que no sabían o no querían sa-
ber que era.
Me atraes mucho, me siento muy bien contigo, creo que me estoy ena-
morando, le soltó de golpe. Eso no puede ser, es una locura, ambos esta-
mos casados, no debemos seguir por ese camino, le dijo ella tratando de
convercerle y convencerse.
Pero siguieron, cada día se prometían que sería el último que estarían
juntos, pero al dia siguiente volvían a verse. Robaban horas a la legali-
dad y se sentían felices, la ilusión había vuelto a sus vidas, eran solo
ellos dos, sin hablar del pasado y sin hacer planes de futuro.
No quería hacer comparaciones con su pareja, pero ......
(Continuará mañana....)
M.A.
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martes, 1 de septiembre de 2009
Recuerdo
Tu recuerdo me acuna en
brazos de ternura.
Tu recuerdo es la fuerza
que me hace sentir.
Tu recuerdo grabado a
fuego en mi alma.
Tu recuerdo me mata y
me hace vivir.
M.A.
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