jueves, 10 de septiembre de 2009

El pianista de jazz

Creció a la sombra de los grandes del jazz, Oscar Peterson, Bill Evans.
Le dormían meciéndole con la música de Count Basie o Kenny Barron,
asi que el jazz era su mundo desde que nació.

Cuando su madre comprendió la pasión que el niño sentía por la música
decidió que tomara clases de piano. Representaría un gran sacrificio por-
que el dinero escaseaba en esa casa, pero trabajaría más si fuese necesa-
rio y así lo hizo. Más casas que limpiar, más horas dejándose la piel entre
cubos de lejía y detergente, pero no le importaba, su hijo era su vida.

El padre se opuso desde el principio, aquello era una pérdida de tiempo y
dinero, tocar el piano no era un trabajo. Quería que trabajara en la misma
fábrica que su familia, ese sí era un trabajo digno, de hombres.

Pero ella no escuchaba, solo veía con orgullo aquellas manitas que se
deslizaban por las teclas blancas y negras de aquel piano tan grande.
Debían atravesar media ciudad para ir a clase, dos autobuses de ida y dos
de vuelta, estaba agotada, pero nada importaba, su hijo era feliz y ella también.

Años de aprendizaje, horas y horas de prácticas, partituras que ya se sa-
bía de memoria y sus escapadas al jazz que era lo que mas le gustaba.
Tocar como Lionel Hampton, Duke Ellington era todo cuanto deseaba. No
tengo nada más que enseñarte, le dijo su profesor, ahora te toca vivir de la
música y no olvides nunca disfrutar con cada nota que toques, siéntela, vívela.

Pero vivir de la música era difícil, se presentó a todas las audiciones, in-
tentó entrar en orquestas, bandas, grupos, pero la competencia era feroz.
Lo has hecho muy bien, ya te llamaremos, era la frase que él y tantos otros
oían casi a diario. Tenía que practicar y en casa no había piano, así que
aceptó un trabajo nocturno en un bar de escasa reputación.

Comenzaba su actuación recordando a George Gershwin y su Rhapsody
in blue. De vez en cuando levantaba la vista del teclado y veía a su público,
gente que apenas hablaba, de miradas perdidas, sin otra ilusión que ir a
aquel barucho al terminar la jornada para evadirse entre humo, alcohol y
jazz, ese era su público.

¿Podrías tocar In a sentimental mood? levantó la vista y la vió..................

(Continuará mañana...)

M.A.

5 comentarios:

  1. hola

    bueno, pues se quedo en un punto muy interesante
    espero más

    un saludo

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  2. Hola Flor de gato, ya estoy esperando mañana, por lo que va de la historia, hay muchas cosa importantes, esfuerzo y disfrutar lo que te gusta. Un abrazo

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  3. Yo de Jazz voy justito, pero hay cosas que me gustan, como Spyro Gyra, aunque quizás sean más comerciales. Seguimos el cuento... ¡Besos! ^_^

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  4. Por lo que se ve te gusta el jazz y parece una historia interesante, veremos como sigue. un saludo

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  5. Gracias a todos por leerme y por sus comentarios.

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